En las familias los síntomas pueden ser una forma de comunicación. Cuando un miembro de la familia presenta un síntoma, como ansiedad, depresión o comportamiento problemático, esto puede ser una manera indirecta de expresar necesidades, deseos o conflictos no verbalizados. Por ejemplo, un adolescente que comienza a tener problemas de conducta en la escuela podría estar comunicando el estrés o la tensión no resuelta en el hogar.
Otra perspectiva es que el síntoma actúa como un regulador dentro del sistema familiar. En muchas familias, ciertos comportamientos o problemas pueden surgir para mantener un equilibrio en la dinámica familiar. Por ejemplo, si una familia enfrenta un conflicto subyacente entre los padres, uno de los hijos puede desarrollar síntomas de ansiedad para desviar la atención del conflicto parental y mantener la cohesión familiar.
La teoría de la homeostasis familiar sostiene que las familias tienden a resistirse al cambio y buscan mantener un estado de equilibrio. Un síntoma puede surgir como una respuesta homeostática para mantener este equilibrio. Por ejemplo, en una familia donde la comunicación es disfuncional, un miembro puede desarrollar un síntoma para evitar enfrentamientos directos y mantener la “paz” aparente en el hogar.
Cada miembro de la familia puede asumir roles específicos que contribuyen al funcionamiento del sistema familiar. Estos roles pueden incluir el de “paciente identificado”, “cuidador”, “mediador” o “chivo expiatorio”. El síntoma del “paciente identificado” puede ser un reflejo de un problema sistémico más amplio, y su función puede ser desviar la atención de problemas más profundos que afectan a toda la familia.
En la psicoterapia familiar sistémica, el síntoma no se ve simplemente como un problema individual, sino como una manifestación de las dinámicas y funciones dentro del sistema familiar. Al entender y abordar estas dinámicas, los terapeutas pueden ayudar a las familias a crear un entorno más saludable y armonioso, promoviendo el bienestar de todos sus miembros.